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sábado, 19 de enero de 2013

¿Dónde quedaron las aventuras de un cachaco en Barranquilla?

Dos años atrás decidí dar un paso gigante: Ir a vivir a otra ciudad, con otra gente, otra cultura, otro estilo de vida que por cuenta propia iría cerrando y abriendo nuevos círculos, nuevos episodios.
Dos años atrás me maravillé con las palabras de un infante que alegaba que los caballos servían solo para vender fruta, ñame o halar la basura de otros. 

Hace dos años mi asombro se exaltó con niños y adultos preparándose todo el año para estar de fiesta y mi piel se quejaba por un calor que, hoy apenas percibo en esta época. 

Dos años atrás me encontraba envuelto en un mar de dudas y de intrigas, de soliloquios y tristezas que fueron desprendiéndose a lo largo de los viajes, los caminos, las trincheras que se abrían como surcos en mi pecho. Así llegaron nuevos aires, nuevas costas, nuevas tierras que con su aroma, su gente, su comida, su música, su "pingárria" de media tarde y su comportamiento en ocasiones surrealista, liberaron de cargas mortales el peso de mi propia vida. 

Ahora, después de dos años, cada victoria merece una medalla porque no es fácil tener espíritu aventurero. 
Dos años después he hecho lo posible por entregar lo que debe ser entregado al olvido y atesorar lo que debe atesorarse en los recuerdos. Quizá la brisa, esos vientos alisios que acarician mi piel de enero, me estén trayendo nuevamente esa sed aventurera, el alimento para el espíritu sensible. 

¿Dónde estará mi próxima aventura?, ¿Dónde estará la nuestra?... La respuesta la percibo como una obviedad póstuma: "La aventura está en mí" Creo entonces que la resolución es vivir según he decidido. Gracias a Jehová por todos los hermosos momentos que he vivido aquí... y gracias a todos los que mediante él, han hecho parte y harán de mis aventuras.