Hoy por hoy el acto más violento de las letras, del pensamiento, consiste en la descomposición de las ideas por un placer morboso. Desacreditar y poner en tela de juicio se ha vuelto más un deporte de alto rendimiento que simplemente una marcada tendencia.
Las redes sociales nos permiten cuestionar todo como nunca antes, pero el ejercicio pleno del derecho de opinión pareciera un campo de batalla. No existe lugar para el debate sensato, el trueque de ideas o las reflexiones pausadas que nos proporciona el dialogo interior que posee su propio organismo de respuesta cronológica. Es que un artículo, una columna, una carta tiene el beneficio del reloj, la posibilidad de ser masticada y digerida con el tiempo necesario.
Ese tiempo nos permite corregir posturas, conclusiones y planteamientos que con una lectura -que quizás haya caído en la tentación de ser somera y rápida- pudieran como consecuencia lógica ser también apresuradas. La comunicación del siglo XXI ha replanteado en sus mismísimos cimientos lo que significa educación, lineamientos, límites, Orden... Y hoy es un ultraje corregir o exponer el uso inapropiado del lenguaje que es un sistema inequívoco de convenciones y estándares que nos permiten significar las palabras.
Hoy todos parecemos sufrir una fiebre por el oro del ego, la necesidad de satisfacer nuestro morboso deseo de ser aceptados como seres individuales que tienen el derecho de decir cuanto quieran sobre lo que quieran y como les parezca mejor hacerlo. Así, los improperios y las líneas argumentales más inconcebibles son válidas bajo el pretexto convenido en silencio de la "tolerancia" y amparadas por el temor a ser el difusor de la "discriminación" (termino que se usa indiscriminadamente en cualquier situación que demande la opinión).
Hoy tan solo hace falta leer las primeras líneas de este escrito para ser sometido al paredón de la intolerancia. No es necesario hacer un estudio antropológico validado por colciencias (porque hoy todos validamos nuestros argumentos con los estudios de universidades, institutos y cualesquier ministerios) para verificar lo que aquí he dicho, solo basta con ver la realidad orgánica de los eventos que diariamente se desarrollan en las redes sociales de la internet.
Como nunca la opinión individual ha sido tan importante y tan amenazante al mismo tiempo. Es una situación que desprovista de todo límite está destinada a continuar y a crecer exponencialmente. Esto por supuesto, no parece positivo.
Uno encuentra al académico anónimo más serio comentando y criticando a una figura pública que lleva años ejerciendo su praxis (buena o no, no me compete decirlo en este momento ni mucho menos emitir semejantes juicios de valor) a la vista de todo el mundo. Disfrazados de buenas intenciones, detrás de la careta de leguleyo se siente con el derecho de ir censurando, corrigiendo o contraviniendo todo aquello que no esté de acuerdo con su modo de pensar ya que se siente respaldado además por el peso de un apoyo público, que no necesariamente es masivo y que tampoco tiene necesariamente razón solo por tener más aceptación popular. Solo para demostrar lo anterior, basta con recordar que en los años 50, los medios de comunicación, publicidad y los consumidores veían completamente normal el hecho de relegar a la mujer exclusivamente a las tareas domésticas y al cuidado de los niños en el hogar. Este es el ejemplo de que no siempre una costumbre, un argumento o una tendencia sea la más adecuada por su aceptación popular.
Los modelos de pensamiento y los paradigmas antropológicos han ido mutando a los extremos y se erigen como un complejo colectivo que no es muy diferente de los modelos extremistas pasados que alegan criticar. La conclusión a simple vista es que no existe un modo, un método, una linea de acciones humanas que satisfagan el codicioso deseo que hoy no le ha proporcionado más humanidad al género y, que al mismo tiempo parece sentirse orgulloso en un sentido impropio de aproximarse al comportamiento más instintivo y animal. Después de todo, la resignación es un derecho individual también.
Lejos de imponer mis líneas de pensamiento, invito gentilmente a mis lectores -aclarando que esta invitación es susceptible de rechazo y lo abraza como una posibilidad otorgada libremente- a reflexionar en las siguientes palabras de uno de los grandes artistas del siglo pasado, Igor Stravinsky: "... Mi libertad será tanto más grande y profunda cuanto más estrechamente limite mi campo de acción y me imponga más obstáculos. Lo que me libra de una traba me quita una fuerza. Cuanto más se obliga, uno, mejor se liberta de las cadenas que traban al espíritu." (La poética Musical. I. Stravinsky).
Palabras más, palabras menos... Hoy no se sabe que es la libertad. Hoy no se sabe que es la opinión.
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miércoles, 12 de noviembre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
Comentarios sueltos...
En este realismo mágico que se articula en el imaginario colectivo orgulloso de los recursos naturales, las ciudades mas alegres, la gente mas amable y un sin numero de bienes intangibles que importan tanto como los pedos embotellados de una mariposa azul que se posa sobre una calavera de esmeraldas boyacences
Brevarios I
Muchos de nosotros como músicos consentimos la idea de que nuestra formación es exclusivamente instrumental y ejecutoria. Eso me preocupa. Y me preocupa más que no ejerzamos el derecho pleno de auto educarnos en contextos que no son ajenos a nuestra praxis.
El maestro, el gran músico no solo se inquieta por entender hasta el más mínimo rudimento de su instrumento, se esfuerza por extender su sensibilidad hasta crisparla y hacerla explotar en una gran gama de tonalidades.
El músico lee y se preocupa por leer bien no solo unos grafísmos que convenimos desde hace más de 500 años. Se preocupa por alimentar su material creativo, su criticismo y activismo por las causas estéticas que le requieren compromiso, no solo sus barrigas y las de aquellos a quienes mantiene.
El músico grandioso, el maestro que ama lo que hace, se esmera hasta la sangre por compartir todo eso que le inyecta vigor a su vida misma y lo hace de forma generosa, gentil pero firme. Hoy me preocupan mis estudiantes, pues son el reflejo de mi ejercicio musical y de mi ejercicio docente (que para mí no es más que un delicioso accidente porque no me gusta serlo, y mis razones tengo).
Cito las palabras del maestro Abreu, aplicandolas en mi vida en sus justas proporciones (y lo aclaro porque quien me conoce, sabe de mis principios neutrales pero de mi compromiso con las circunstancias) "…Mi sueño siempre fue convertir la música en una realidad global en mi país…” Creo que es el sueño de muchos, pero el que hacer de pocos.
El maestro, el gran músico no solo se inquieta por entender hasta el más mínimo rudimento de su instrumento, se esfuerza por extender su sensibilidad hasta crisparla y hacerla explotar en una gran gama de tonalidades.
El músico lee y se preocupa por leer bien no solo unos grafísmos que convenimos desde hace más de 500 años. Se preocupa por alimentar su material creativo, su criticismo y activismo por las causas estéticas que le requieren compromiso, no solo sus barrigas y las de aquellos a quienes mantiene.
El músico grandioso, el maestro que ama lo que hace, se esmera hasta la sangre por compartir todo eso que le inyecta vigor a su vida misma y lo hace de forma generosa, gentil pero firme. Hoy me preocupan mis estudiantes, pues son el reflejo de mi ejercicio musical y de mi ejercicio docente (que para mí no es más que un delicioso accidente porque no me gusta serlo, y mis razones tengo).
Cito las palabras del maestro Abreu, aplicandolas en mi vida en sus justas proporciones (y lo aclaro porque quien me conoce, sabe de mis principios neutrales pero de mi compromiso con las circunstancias) "…Mi sueño siempre fue convertir la música en una realidad global en mi país…” Creo que es el sueño de muchos, pero el que hacer de pocos.
miércoles, 20 de agosto de 2014
Mensajes en Botellas I
Regreso entre corrientes, con pasos acompasados
Las palabras entre los dientes
Los labios amordazados
La luna me lo reclama, el espejo esta quebrado
el reflejo de otro tiempo parece no haber pasado
Hoy tus huesos son astillas, heridas que no han cerrado
Aun rebuscas las caricias en vicios de enamorado
En los libros quemas voces de un perfume barato
y ahogas en silencio entre almizcles usados
La quinta linea de un libreto que nunca se ha terminado
Somos más que un chiste sádico del destino
Más que una bestia sin escamas de pescado
Somos más que pan y aguas libres y mal vino
y mucho más que argumentos elaborados
Aun te espero tras la esquina del dulce almidón dorado
Aquí donde estalla la risa y se elaboran los buenos tragos
Las miradas benefactoras, sinceras y avasallantes
Donde los hijos nos cantan las buenas nuevas, las nuevas del mundo entrante.
Las palabras entre los dientes
Los labios amordazados
La luna me lo reclama, el espejo esta quebrado
el reflejo de otro tiempo parece no haber pasado
Hoy tus huesos son astillas, heridas que no han cerrado
Aun rebuscas las caricias en vicios de enamorado
En los libros quemas voces de un perfume barato
y ahogas en silencio entre almizcles usados
La quinta linea de un libreto que nunca se ha terminado
Somos más que un chiste sádico del destino
Más que una bestia sin escamas de pescado
Somos más que pan y aguas libres y mal vino
y mucho más que argumentos elaborados
Aun te espero tras la esquina del dulce almidón dorado
Aquí donde estalla la risa y se elaboran los buenos tragos
Las miradas benefactoras, sinceras y avasallantes
Donde los hijos nos cantan las buenas nuevas, las nuevas del mundo entrante.
martes, 4 de febrero de 2014
Somos Caribe
Somos Caribe
Por: Rodrigo Flórez
Basta con la ingenuidad típica del niño para descubrirnos
como iguales, para acercarnos a lo esencial y puramente humano. El jovencito
antes de salir, empaca sus juguetes, su imaginación, sus vivencias y las lleva
en la mochila de su humanidad para compartir lo que posee con otros.
A los esclavos africanos lamentablemente, no les dieron otra
alternativa salvo llevar consigo sus memorias, sus rituales, sus recetas de
comida, sus costumbres. Su opción fue aferrarse a todo aquello que llamaban
“hogar” para llevarlo consigo a un lugar distante, desconocido, un punto en la
geografía que no les importaba. Basta
con pensar en algún nativo con un nombre local… quizás “Membé”, un muchacho que
a la fuerza le habían arrebatado sus raíces. Lo alejaron de sus padres o
incluso sus hijos. Ahora se veía resignado entre nauseabundos olores a escuchar
los gritos de sus opresores pidiéndole colocarse en fila para recibir sus
raciones de alimento. Membé no soportaba los mareos ni el estrecho hacinamiento al que estaba sometido. Probablemente entre
las vicisitudes que lo acongojaban buscase algún remedio para salvaguardar la
esperanza. Así Membé podía, entre las fiebres y los penosos malestares, pensar
en los bailes frenéticos de su pueblo cuando aún disfrutaba de la libertad.
Fue así como la música de África llego hasta el caribe
Colombiano. Pasó numerosas islas y cayos hasta que tuvo por fin darse asiento
en la próspera tierra que Colón “descubriera” por allá en los últimos años del
siglo XV. África llegó con esperanza, con deseos de iniciar una vida diferente,
al menos una que les ayudase a olvidar los malos ratos propinados por sus
captores españoles.
Algunas de sus manifestaciones en la costas son:
"El Bunde Chocoano: Danza Religiosa. Diferente al
currulao. Su interpretación se ejecuta con los mismos instrumentos. Expresión
muy extendida entre las comunidades Afro Colombianas del litoral Pacífico.
Posiblemente sus orígenes se encuentren en Sierra Leona.
"El abozao es otro de los ritmos que revelan el parentesco con antiguas
danzas de vientre, landos, que acostumbraban los africanos cautivos que vivían
en la región. Los cantos de trabajo y arrullos muestran las huellas africanas
en sus melodías y también en el aspecto expresivo.
"El mapalé
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Tonada propia del litoral Caribe colombiano,
que mantiene supervivencias de las tradiciones africanas. En su versión más antigua
el mapalé fue un toque de tambor que sólo servía para bailar. Se caracteriza por su ritmo binario,
fuertemente percutido a dos golpes. Además, admite el canto y el palmoteo como
acompañamiento. Al parecer fue introducido en el periodo colonial por los esclavizados
deportados del Golfo de Guinea, quienes lo reinventaron y adaptaron a sus
nuevas condiciones de vida, asignándole un estilo particular.
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En este punto de la historia quizá convenga dar gracias por
la forma en que se entretejieron los hilos del “destino”, puesto que por esos
místicos azares, hoy disfrutamos de una diversidad enorme y enriquecida de
manifestaciones artísticas y culturales. Hay quienes afirman que hoy no hay
esclavitud alguna y la libertad de los afro-descendientes ha permitido un
proceso continuo de cambios e innovaciones que han dado fruto no solo en
Colombia sino en muchos países.
La música es testigo en carne viva de dichas
transformaciones, cuyos efluvios han permeado una gran variedad de ritmos y
colores sonoros en las costas de nuestro país.
Sus impulsos, al igual que la rítmica que los caracterizan
han hecho que viajen a lo largo de todo el continente, logrado un entramado
casi que insondable en el folclor de cada pueblo latino americano. Desde
Estados Unidos con el “Blues” y sus transmutaciones como el “soul” y el
“Gospel” hasta el “Currulao” del pacífico Colombiano junto a las “Mazurcas” con
marcada influencia europea, han logrado instalarse en el corazón de los
habitantes que disfrutan de su herencia. Esos cantos melancólicos y ásperos de
quienes lloran a sus hijos, hasta los tambores que ratifican la libertad de un
pueblo: “Palenque”.
Pero hablar de África no solo es hablar de tambores y bailes,
como tampoco lo es hablar de “Negros” o “Esclavos”. Eso sería admitir que la
historia es apenas un resumén despectivo de aquello que sucedió, sería
catalogar como accidente algo completamente positivo. África no es la suma de
muchas voluntades, África es la voluntad absoluta a no dejarse derrotar, a
invadir desde la oscuridad el seno mismo de las tendencias, la ola gigante
capaz de tragarse con su alegría y optimismo todo aquello que les oprimia,
aceptándolo, transformándolo o simplemente eliminándolo.
No se puede decir que todo esto fue positivo. Con la llegada
de las personas en estas condiciones se erradicó casi que por completo toda
expresión nativa de nuestro pueblo. Si bien guardamos memoria de una herencia
que se impuso a la fuerza también, pareciera que hemos olvidado nuestras raíces
más profundas. Porque todos nos sentimos Colombianos cuando escuchamos una
“cumbia” pero también cuando se escucha un “torbellino”. La diferencia entre
una y otra no solo radica en su medida de compás, textura instrumental o el
tempo y su contexto antropológico, la diferencia está en que un folclor fue
alterado y maleado por los Africanos y otro por los europeos, pero al fin de cuentas,
impuesto.
Recordar que somos Caribe es recordar que nuestras tribus se
resisten a su extinción, es recordar que somos la fortaleza de un conglomerado
de personas que fueron tan torturadas en su hogar como aquellos a los que se lo
arrebataron.
Hay un interés tan profundo en salvaguardar todo eso que nos
dejaron que hemos olvidado nuestras posesiones, las que hemos construido. Nos
hemos resignado a olvidarlas bajo el amparo de la idea de lo “nuestro” cuando
ni lo uno ni lo otro resulta tan cierto.
Cabe preguntarnos entonces ¿Sabemos de la música que
ambientaba nuestros rituales chibchas, muiscas o zenúes? Del último quizá aún
conservemos un legado. Nuestras investigaciones y su difusión se han centrado
en destacar algo que libra una lucha casi demoniaca contra su desaparición. La
otra ha tenido que resignarse a ser de poca monta por el escaso aspaviento que
nosotros mismos le asignamos.
¿Colombia el país más feliz del mundo? Colombia tiene razones
mil para entristecerse por permitirse caer en el olvido de su propia
personalidad.
Por supuesto, tampoco se puede ser de juicio tan severo, gran
parte de la música Africana tiene esa particularidad de poseer vida propia, una
vida que contagia y difunde bajo la premisa del baile visto como un elemento
ceremonial y porque no, como un elemento que exalta todo aspecto de la vida,
desde la agricultura hasta lo erótico.
Encontramos en sus polirítmias una intrincada maraña de
camaleónicos sonidos, capaces de adaptarse a cualquier melodía o mapa armónico
que respete su velocidad. En sus cantos, las melodías que con fuerza resuenan
en acordes mágicos que construyen a dos u a tres voces se imponen en otras
manifestaciones culturales más lejanas de nuestra tierra, pero al tiempo se han
fundido con aquellas que se dejan malear por su propia esencia musical.
En conclusión, es de suma importancia lograr un equilibrio
entre los sincretismos accidentales que enriquecen nuestra historia sin olvidar
que se hace nuestra en la medida en la que le asignemos su importancia. Nuestra
cultura genuina, en medio de un bombardeo masivo de intereses particulares que
parecen más caprichos musicales que intereses de investigación, debe buscar su
crecimiento a la par con todas las expresiones que de allí se desprenden, sin
subordinar ninguna de estas a la acepción popular.
Colombia entera es Caribe, Colmbia no es solo la suma de sus
partes pero es el conjunto de sus formas, sus culturas, la expresión de un solo
pueblo.
*Definiciones tomadas de distintos sitios web como:
*Definiciones tomadas de distintos sitios web como:
- http://www.colombiaaprende.edu.co/html/etnias/1604/propertyvalue-30516.html
- http://unamiradaconotrosojos.blogspot.com/2011/11/musica-y-danzas-tipicas-de-nuestros.html
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