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martes, 4 de febrero de 2014

Somos Caribe

Somos Caribe
Por: Rodrigo Flórez

Basta con la ingenuidad típica del niño para descubrirnos como iguales, para acercarnos a lo esencial y puramente humano. El jovencito antes de salir, empaca sus juguetes, su imaginación, sus vivencias y las lleva en la mochila de su humanidad para compartir lo que posee con otros.

A los esclavos africanos lamentablemente, no les dieron otra alternativa salvo llevar consigo sus memorias, sus rituales, sus recetas de comida, sus costumbres. Su opción fue aferrarse a todo aquello que llamaban “hogar” para llevarlo consigo a un lugar distante, desconocido, un punto en la geografía que no les importaba.  Basta con pensar en algún nativo con un nombre local… quizás “Membé”, un muchacho que a la fuerza le habían arrebatado sus raíces. Lo alejaron de sus padres o incluso sus hijos. Ahora se veía resignado entre nauseabundos olores a escuchar los gritos de sus opresores pidiéndole colocarse en fila para recibir sus raciones de alimento. Membé no soportaba los mareos ni el estrecho hacinamiento  al que estaba sometido. Probablemente entre las vicisitudes que lo acongojaban buscase algún remedio para salvaguardar la esperanza. Así Membé podía, entre las fiebres y los penosos malestares, pensar en los bailes frenéticos de su pueblo cuando aún disfrutaba de la libertad.

Fue así como la música de África llego hasta el caribe Colombiano. Pasó numerosas islas y cayos hasta que tuvo por fin darse asiento en la próspera tierra que Colón “descubriera” por allá en los últimos años del siglo XV. África llegó con esperanza, con deseos de iniciar una vida diferente, al menos una que les ayudase a olvidar los malos ratos propinados por sus captores españoles.

Algunas de sus manifestaciones en la costas son:

"El Bunde Chocoano: Danza Religiosa. Diferente al currulao. Su interpretación se ejecuta con los mismos instrumentos. Expresión muy extendida entre las comunidades Afro Colombianas del litoral Pacífico. Posiblemente sus orígenes se encuentren en Sierra Leona.

"El abozao es otro de los ritmos que revelan el parentesco con antiguas danzas de vientre, landos, que acostumbraban los africanos cautivos que vivían en la región. Los cantos de trabajo y arrullos muestran las huellas africanas en sus melodías y también en el aspecto expresivo.
"El mapalé
Tonada propia del litoral Caribe colombiano, que mantiene supervivencias de las tradiciones        africanas. En su versión más antigua el mapalé fue un toque de tambor que sólo servía para  bailar. Se caracteriza por su ritmo binario, fuertemente percutido a dos golpes. Además,  admite el canto y el palmoteo como acompañamiento. Al parecer fue introducido en el  periodo colonial por los esclavizados deportados del Golfo de Guinea, quienes lo reinventaron y adaptaron a sus nuevas condiciones de vida, asignándole un estilo particular.

"Los cantos de lumbalú
 El lumbalú es una ceremonia de carácter fúnebre y ritual que se realiza con ocasión de un velorio en San Basilio de Palenque. La evocación del muerto se hace rememorando los orígenes africanos de la comunidad, en particular Angola, la tierra natal de muchos de los primeros cimarrones fundadores del palenque. Uno de los ancianos del cabildo (la institución política y religiosa más importante de la comunidad palenquera) pregona la muerte de quien ha fallecido."*

En este punto de la historia quizá convenga dar gracias por la forma en que se entretejieron los hilos del “destino”, puesto que por esos místicos azares, hoy disfrutamos de una diversidad enorme y enriquecida de manifestaciones artísticas y culturales. Hay quienes afirman que hoy no hay esclavitud alguna y la libertad de los afro-descendientes ha permitido un proceso continuo de cambios e innovaciones que han dado fruto no solo en Colombia sino en muchos países.

La música es testigo en carne viva de dichas transformaciones, cuyos efluvios han permeado una gran variedad de ritmos y colores sonoros en las costas de nuestro país.
Sus impulsos, al igual que la rítmica que los caracterizan han hecho que viajen a lo largo de todo el continente, logrado un entramado casi que insondable en el folclor de cada pueblo latino americano. Desde Estados Unidos con el “Blues” y sus transmutaciones como el “soul” y el “Gospel” hasta el “Currulao” del pacífico Colombiano junto a las “Mazurcas” con marcada influencia europea, han logrado instalarse en el corazón de los habitantes que disfrutan de su herencia. Esos cantos melancólicos y ásperos de quienes lloran a sus hijos, hasta los tambores que ratifican la libertad de un pueblo: “Palenque”.

Pero hablar de África no solo es hablar de tambores y bailes, como tampoco lo es hablar de “Negros” o “Esclavos”. Eso sería admitir que la historia es apenas un resumén despectivo de aquello que sucedió, sería catalogar como accidente algo completamente positivo. África no es la suma de muchas voluntades, África es la voluntad absoluta a no dejarse derrotar, a invadir desde la oscuridad el seno mismo de las tendencias, la ola gigante capaz de tragarse con su alegría y optimismo todo aquello que les oprimia, aceptándolo, transformándolo o simplemente eliminándolo.

No se puede decir que todo esto fue positivo. Con la llegada de las personas en estas condiciones se erradicó casi que por completo toda expresión nativa de nuestro pueblo. Si bien guardamos memoria de una herencia que se impuso a la fuerza también, pareciera que hemos olvidado nuestras raíces más profundas. Porque todos nos sentimos Colombianos cuando escuchamos una “cumbia” pero también cuando se escucha un “torbellino”. La diferencia entre una y otra no solo radica en su medida de compás, textura instrumental o el tempo y su contexto antropológico, la diferencia está en que un folclor fue alterado y maleado por los Africanos y otro por los europeos, pero al fin de cuentas, impuesto.

Recordar que somos Caribe es recordar que nuestras tribus se resisten a su extinción, es recordar que somos la fortaleza de un conglomerado de personas que fueron tan torturadas en su hogar como aquellos a los que se lo arrebataron.

Hay un interés tan profundo en salvaguardar todo eso que nos dejaron que hemos olvidado nuestras posesiones, las que hemos construido. Nos hemos resignado a olvidarlas bajo el amparo de la idea de lo “nuestro” cuando ni lo uno ni lo otro resulta tan cierto.

Cabe preguntarnos entonces ¿Sabemos de la música que ambientaba nuestros rituales chibchas, muiscas o zenúes? Del último quizá aún conservemos un legado. Nuestras investigaciones y su difusión se han centrado en destacar algo que libra una lucha casi demoniaca contra su desaparición. La otra ha tenido que resignarse a ser de poca monta por el escaso aspaviento que nosotros mismos le asignamos.
¿Colombia el país más feliz del mundo? Colombia tiene razones mil para entristecerse por permitirse caer en el olvido de su propia personalidad.
Por supuesto, tampoco se puede ser de juicio tan severo, gran parte de la música Africana tiene esa particularidad de poseer vida propia, una vida que contagia y difunde bajo la premisa del baile visto como un elemento ceremonial y porque no, como un elemento que exalta todo aspecto de la vida, desde la agricultura hasta lo erótico.

Encontramos en sus polirítmias una intrincada maraña de camaleónicos sonidos, capaces de adaptarse a cualquier melodía o mapa armónico que respete su velocidad. En sus cantos, las melodías que con fuerza resuenan en acordes mágicos que construyen a dos u a tres voces se imponen en otras manifestaciones culturales más lejanas de nuestra tierra, pero al tiempo se han fundido con aquellas que se dejan malear por su propia esencia musical.

En conclusión, es de suma importancia lograr un equilibrio entre los sincretismos accidentales que enriquecen nuestra historia sin olvidar que se hace nuestra en la medida en la que le asignemos su importancia. Nuestra cultura genuina, en medio de un bombardeo masivo de intereses particulares que parecen más caprichos musicales que intereses de investigación, debe buscar su crecimiento a la par con todas las expresiones que de allí se desprenden, sin subordinar ninguna de estas a la acepción popular.

Colombia entera es Caribe, Colmbia no es solo la suma de sus partes pero es el conjunto de sus formas, sus culturas, la expresión de un solo pueblo.

*Definiciones tomadas de distintos sitios web como:

  • http://www.colombiaaprende.edu.co/html/etnias/1604/propertyvalue-30516.html
  • http://unamiradaconotrosojos.blogspot.com/2011/11/musica-y-danzas-tipicas-de-nuestros.html