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domingo, 26 de diciembre de 2010

Incertidumbres

Francamente, en ocasiones se hace más difícil para mí comenzar con el título. Es esquivo, huraño, abyecto y lamentablemente necesario, si es que se desea articular la cohesión de un discurso.

Los títulos, los nombres, los calificativos en su prístina manifestación son eco de la incertidumbre. ¿Por qué? porque pueden congelarse en el momento decisivo de la idea, por que pueden mimetizarse en la imagen del cursor que titila, por que nos roban el aliento y su sonoridad cuando enmudecemos frente al silencio del otro.

Cuantas veces callamos, cuanto más nos gritamos audiblemente o bajo el auspicio silente de la indiferencia, más propicio es el cultivo de los hongos de la duda, el embargo de los celos, la ira y las sentencias judiciales contra el otro.

Cuando existe incertidumbre no nos queda más remedio que recetarnos las certezas: "Necesito Tiempo" la receta: "No me quiere".
Ese es apenas un ejemplo vago de lo complicado que es el silencio. Por supuesto, no todo resulta endemoniado. Existen desconciertos angelicales como el beso que nos roba el sobrino o el inesperado abrazo de aquel/aquella a quien amamos. Incluso aparece el silencio que existe entre los movimientos de un concierto que se ejecuta en primera instancia con tanto ahínco y entusiasmo que, al finalizarlo para dar comienzo a uno nuevo, no sabemos si dejarnos llevar o no por la onda interna del aplauso.

Hoy estoy seguro de ser un coleccionista, uno de tantos en el gremio inmenso de la vacilación.
Estoy con la certeza absoluta de ir navegando en las aguas de la duda, del "que tal si".
Dulce ironía ¿no es verdad?.

¿Que sucederá en las próximas líneas? ¿Que tipo de comentarios tendré al final? La respuesta prescrita con seguridad desde el inicio resulta de asumir humildemente que no seria divertido saberlo todo, pero resulta frustrante en ocasiones no saber nada en absoluto. En síntesis, no lo sé. Advierto comentarios llenos de prejuicio que acusaran y defenderán. Espero comentarios llenos de buen juicio, de insensatez, de sensibilidad, de insensibilidad.
Y es justamente cuando sabemos todo por estadística -y sabemos que la estadística no es una ciencia exacta- que puede suceder, sucederá y no sucederá.

La receta entonces que prescribo es la espera, el aguante, el entusiasmo científico suficiente para esperar cualquiera de los resultados y continuar experimentando.

Paciencia. Resulta hilarante reconocer que con solo una palabra tenemos que aguantar y soportar un sin número de sensaciones, situaciones y circunstancias. Pero a veces, en el naufragio, al sobreviviente no le queda más remedio que aferrarse al madero, al objeto flotante para aguantar una marea tan inmensa que vistos desde el cielo, solo somos una partícula sub-atómica que se mueve en una masa acuosa minúscula comparada con el infinito. Si otro pudo, yo también puedo.