Somos Caribe
Por: Rodrigo Flórez
Basta con la ingenuidad típica del niño para descubrirnos
como iguales, para acercarnos a lo esencial y puramente humano. El jovencito
antes de salir, empaca sus juguetes, su imaginación, sus vivencias y las lleva
en la mochila de su humanidad para compartir lo que posee con otros.
A los esclavos africanos lamentablemente, no les dieron otra
alternativa salvo llevar consigo sus memorias, sus rituales, sus recetas de
comida, sus costumbres. Su opción fue aferrarse a todo aquello que llamaban
“hogar” para llevarlo consigo a un lugar distante, desconocido, un punto en la
geografía que no les importaba. Basta
con pensar en algún nativo con un nombre local… quizás “Membé”, un muchacho que
a la fuerza le habían arrebatado sus raíces. Lo alejaron de sus padres o
incluso sus hijos. Ahora se veía resignado entre nauseabundos olores a escuchar
los gritos de sus opresores pidiéndole colocarse en fila para recibir sus
raciones de alimento. Membé no soportaba los mareos ni el estrecho hacinamiento al que estaba sometido. Probablemente entre
las vicisitudes que lo acongojaban buscase algún remedio para salvaguardar la
esperanza. Así Membé podía, entre las fiebres y los penosos malestares, pensar
en los bailes frenéticos de su pueblo cuando aún disfrutaba de la libertad.
Fue así como la música de África llego hasta el caribe
Colombiano. Pasó numerosas islas y cayos hasta que tuvo por fin darse asiento
en la próspera tierra que Colón “descubriera” por allá en los últimos años del
siglo XV. África llegó con esperanza, con deseos de iniciar una vida diferente,
al menos una que les ayudase a olvidar los malos ratos propinados por sus
captores españoles.
Algunas de sus manifestaciones en la costas son:
"El Bunde Chocoano: Danza Religiosa. Diferente al
currulao. Su interpretación se ejecuta con los mismos instrumentos. Expresión
muy extendida entre las comunidades Afro Colombianas del litoral Pacífico.
Posiblemente sus orígenes se encuentren en Sierra Leona.
"El abozao es otro de los ritmos que revelan el parentesco con antiguas
danzas de vientre, landos, que acostumbraban los africanos cautivos que vivían
en la región. Los cantos de trabajo y arrullos muestran las huellas africanas
en sus melodías y también en el aspecto expresivo.
"El mapalé
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Tonada propia del litoral Caribe colombiano,
que mantiene supervivencias de las tradiciones africanas. En su versión más antigua
el mapalé fue un toque de tambor que sólo servía para bailar. Se caracteriza por su ritmo binario,
fuertemente percutido a dos golpes. Además, admite el canto y el palmoteo como
acompañamiento. Al parecer fue introducido en el periodo colonial por los esclavizados
deportados del Golfo de Guinea, quienes lo reinventaron y adaptaron a sus
nuevas condiciones de vida, asignándole un estilo particular.
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En este punto de la historia quizá convenga dar gracias por
la forma en que se entretejieron los hilos del “destino”, puesto que por esos
místicos azares, hoy disfrutamos de una diversidad enorme y enriquecida de
manifestaciones artísticas y culturales. Hay quienes afirman que hoy no hay
esclavitud alguna y la libertad de los afro-descendientes ha permitido un
proceso continuo de cambios e innovaciones que han dado fruto no solo en
Colombia sino en muchos países.
La música es testigo en carne viva de dichas
transformaciones, cuyos efluvios han permeado una gran variedad de ritmos y
colores sonoros en las costas de nuestro país.
Sus impulsos, al igual que la rítmica que los caracterizan
han hecho que viajen a lo largo de todo el continente, logrado un entramado
casi que insondable en el folclor de cada pueblo latino americano. Desde
Estados Unidos con el “Blues” y sus transmutaciones como el “soul” y el
“Gospel” hasta el “Currulao” del pacífico Colombiano junto a las “Mazurcas” con
marcada influencia europea, han logrado instalarse en el corazón de los
habitantes que disfrutan de su herencia. Esos cantos melancólicos y ásperos de
quienes lloran a sus hijos, hasta los tambores que ratifican la libertad de un
pueblo: “Palenque”.
Pero hablar de África no solo es hablar de tambores y bailes,
como tampoco lo es hablar de “Negros” o “Esclavos”. Eso sería admitir que la
historia es apenas un resumén despectivo de aquello que sucedió, sería
catalogar como accidente algo completamente positivo. África no es la suma de
muchas voluntades, África es la voluntad absoluta a no dejarse derrotar, a
invadir desde la oscuridad el seno mismo de las tendencias, la ola gigante
capaz de tragarse con su alegría y optimismo todo aquello que les oprimia,
aceptándolo, transformándolo o simplemente eliminándolo.
No se puede decir que todo esto fue positivo. Con la llegada
de las personas en estas condiciones se erradicó casi que por completo toda
expresión nativa de nuestro pueblo. Si bien guardamos memoria de una herencia
que se impuso a la fuerza también, pareciera que hemos olvidado nuestras raíces
más profundas. Porque todos nos sentimos Colombianos cuando escuchamos una
“cumbia” pero también cuando se escucha un “torbellino”. La diferencia entre
una y otra no solo radica en su medida de compás, textura instrumental o el
tempo y su contexto antropológico, la diferencia está en que un folclor fue
alterado y maleado por los Africanos y otro por los europeos, pero al fin de cuentas,
impuesto.
Recordar que somos Caribe es recordar que nuestras tribus se
resisten a su extinción, es recordar que somos la fortaleza de un conglomerado
de personas que fueron tan torturadas en su hogar como aquellos a los que se lo
arrebataron.
Hay un interés tan profundo en salvaguardar todo eso que nos
dejaron que hemos olvidado nuestras posesiones, las que hemos construido. Nos
hemos resignado a olvidarlas bajo el amparo de la idea de lo “nuestro” cuando
ni lo uno ni lo otro resulta tan cierto.
Cabe preguntarnos entonces ¿Sabemos de la música que
ambientaba nuestros rituales chibchas, muiscas o zenúes? Del último quizá aún
conservemos un legado. Nuestras investigaciones y su difusión se han centrado
en destacar algo que libra una lucha casi demoniaca contra su desaparición. La
otra ha tenido que resignarse a ser de poca monta por el escaso aspaviento que
nosotros mismos le asignamos.
¿Colombia el país más feliz del mundo? Colombia tiene razones
mil para entristecerse por permitirse caer en el olvido de su propia
personalidad.
Por supuesto, tampoco se puede ser de juicio tan severo, gran
parte de la música Africana tiene esa particularidad de poseer vida propia, una
vida que contagia y difunde bajo la premisa del baile visto como un elemento
ceremonial y porque no, como un elemento que exalta todo aspecto de la vida,
desde la agricultura hasta lo erótico.
Encontramos en sus polirítmias una intrincada maraña de
camaleónicos sonidos, capaces de adaptarse a cualquier melodía o mapa armónico
que respete su velocidad. En sus cantos, las melodías que con fuerza resuenan
en acordes mágicos que construyen a dos u a tres voces se imponen en otras
manifestaciones culturales más lejanas de nuestra tierra, pero al tiempo se han
fundido con aquellas que se dejan malear por su propia esencia musical.
En conclusión, es de suma importancia lograr un equilibrio
entre los sincretismos accidentales que enriquecen nuestra historia sin olvidar
que se hace nuestra en la medida en la que le asignemos su importancia. Nuestra
cultura genuina, en medio de un bombardeo masivo de intereses particulares que
parecen más caprichos musicales que intereses de investigación, debe buscar su
crecimiento a la par con todas las expresiones que de allí se desprenden, sin
subordinar ninguna de estas a la acepción popular.
Colombia entera es Caribe, Colmbia no es solo la suma de sus
partes pero es el conjunto de sus formas, sus culturas, la expresión de un solo
pueblo.
*Definiciones tomadas de distintos sitios web como:
*Definiciones tomadas de distintos sitios web como:
- http://www.colombiaaprende.edu.co/html/etnias/1604/propertyvalue-30516.html
- http://unamiradaconotrosojos.blogspot.com/2011/11/musica-y-danzas-tipicas-de-nuestros.html
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