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miércoles, 15 de octubre de 2014

Brevarios I

Muchos de nosotros como músicos consentimos la idea de que nuestra formación es exclusivamente instrumental y ejecutoria. Eso me preocupa. Y me preocupa más que no ejerzamos el derecho pleno de auto educarnos en contextos que no son ajenos a nuestra praxis. 
El maestro, el gran músico no solo se inquieta por entender hasta el más mínimo rudimento de su instrumento, se esfuerza por extender su sensibilidad hasta crisparla y hacerla explotar en una gran gama de tonalidades. 

El músico lee y se preocupa por leer bien no solo unos grafísmos que convenimos desde hace más de 500 años. Se preocupa por alimentar su material creativo, su criticismo y activismo por las causas estéticas que le requieren compromiso, no solo sus barrigas y las de aquellos a quienes mantiene. 

El músico grandioso, el maestro que ama lo que hace, se esmera hasta la sangre por compartir todo eso que le inyecta vigor a su vida misma y lo hace de forma generosa, gentil pero firme. Hoy me preocupan mis estudiantes, pues son el reflejo de mi ejercicio musical y de mi ejercicio docente (que para mí no es más que un delicioso accidente porque no me gusta serlo, y mis razones tengo). 

Cito las palabras del maestro Abreu, aplicandolas en mi vida en sus justas proporciones (y lo aclaro porque quien me conoce, sabe de mis principios neutrales pero de mi compromiso con las circunstancias) "…Mi sueño siempre fue convertir la música en una realidad global en mi país…” Creo que es el sueño de muchos, pero el que hacer de pocos.

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