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jueves, 12 de agosto de 2010

Jueves

Diría yo que es un día con una sombra siniestra, como de película de terror.
Quiero decir, a ninguno de nosotros nos gustaría quedar cristalizados en el tiempo un día jueves, podríamos acceder a dicha fantasía un miercoles, un viernes incluso un lunes (y soy atrevido con lo que digo) pero jámas pasa por nuestras cabezas un jueves.
El jueves tiene un aroma -al menos en mi ciudad- frío y lúgubre que me produce alergia, malestar... el mal del siglo (El de José Asunción Silva).
Creo que todo esto lo digo para disfrazar una soledad nauseabunda que me atrapo con arañazos, dando tumbos y golpes bajos el día de hoy.
Tengo un deseo enorme de ser advertido por alguien, que mis inquietudes perturben el flujo de sus ondas de manera casi telepática. Escuchar el teléfono y sentir que me derrito en un abrazo que consuele y abrigue. Disculpenme, pero pasar la tarde junto a una solitaria taza de café instantáneo tan insipido como una sopa sin sal no resulta ser lo más alentador.
Pero hasta de los días más oscuros puede brotar una ternura que se resista a la furia de los elementos, una historia que anuncie el fin de una estación helada.
Probablemente es el café o la resistencia al cambio.
Me encataria que me llamaras, que sintieras como me desvanezco y me rescates con un -hola!.
Creo que tendré que conformarme con el café y esperar a que sea viernes.

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