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lunes, 16 de agosto de 2010

"Walk on fields of gold".

Decidí titular esta entrada así por esa canción de "Sting", esa que habla de un cielo amarillo.
Hace 27, ya casi 28 años comencé a vivir una historia que no elegí vivir, una que cuenta de cinco hermanos, todos varones, que se criaron con las costumbres típicas de la Bogotá de los años 80, sus convulsiones, la clase media, las salídas con los tíos, los primos que apenas uno volvería a ver hasta dentro de un mes y por esas extrañas ironías de la vida advertíamos que sería un domingo, y los valores de una generación cuya visión de libertad, juventud y objetivos se verían alteradas (positiva y negativamente) por los aromas de hollywood y "rambo", "karate kid" (con Pat Morita), "Foot lose" y "the breakfast club" ("El club de los 5" en su versión en español).
Así entonces con los años vi como se esfumaban delante de mis ojos esos campos celestes y que por alguna razón solían ser los más azules y dorados, llenos de árboles gigantes que adornaban la calle 116 y de gente que disfrutaba de lo que en ese entonces se conocía como "clase media".
Mi intención con esta nota no es el recuento histórico. Creo que simplemente necesito decir que hoy siento que terminó algo.
No soy fanático de publicar mi vida privada o mis emociones más profundas de una forma directa.
Considero que vale la pena intentarlo desde otro ángulo que aún me permite "hablar de mi sin hacerlo" como dicen algunos conocidos.
Empezaré por los reporches, esas medidas social y emocionalmente rústicas pero siempre de moda. El primero, lo más importante que reprochar es precisamente este blog. Es la medida que me permite hablar de lo que a nadie le interesa escuchar. Efectivamente nadie soporta (al menos no ahora, no en este presente) hablar conmigo de extraterrestres, la conciencia social, los comics, los poemas que tan mal escribo o las razones por las que el "festival de verano" no debería llamarse así. Reprocho que esto se este volviendo un amigo imagnario pero reprocho tambien a aquel que llamandose amigo me trata con la indiferencia de una pared.
Reprocho una soledad que hoy se ha hecho evidente desde todo flanco. Las reprocho a ellas, a la que no luchó nunca por los dos, a la que dice amor condenandome a la indiferencia, a la que se niega la oportunidad de vivir algo fantástico por algo aún más fantastico y se arrepiente a mitad de camino.
Me reprocho a mi mismo por esa fe ciega en la gente, por ese altruismo necio fundamentado en la creencia sólida de lo correcto.
Me reprocho por haber perdido el "ojo de tigre" del que Jairo me habla tanto. Me reprocho la estática que permito que interfiera con mi vida cada vez que me llena el desaliento.
Creo que no podría reprochar a nadie más... Creo firmemente que solo me puedo reprochar en exceso...
continuaré mas tarde...me duele la cabeza

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